En la segunda decena del siglo pasado, Clemente Baras abrió en Jaca un establecimiento de relojería, con una pequeña sección dedicada a la óptica, ya que entonces, como no había regulación de la profesión de óptico, la venta de gafas estaba asociada a las relojerías y joyerías. La labor del óptico consistía exclusivamente en proporcionar al cliente las gafas y sus cristales correspondientes recetados por el médico oculista.